De la fusión de Daniel MORales i Javier EUBA nació en 2007 el estudio de diseño gráfico Moruba. Los dos creativos se conocieron en la Universidad, viajaron a Barcelona, se separaron y trabajaron para distintas empresas hasta que, hace 8 años, se volvieron a encontrar y el mundo del vino les llevó a la fama. Ubicados en La Rioja, y relativamente cerca de la mítica Calle Laurel de Logroño, el estudio Moruba se ha consolidado como un referente dentro del diseño de etiquetas de vino con un palmarés interminable de premios nacionales e internacionales. El pasado 7 de noviembre, los encontramos en el Festival Blanc de Vilanova y la Geltrú y juntos pudimos brindar y charlar un rato sobre el arte de los #prettywines.
¿Ahora mismo, en vuestro trabajo, qué porcentaje ocupa el mundo del vino?
Seguramente un 90%.
Y la pregunta es ¿Os gusta el vino?
¡Nos encanta! (¡ahora!). Es verdad que hace ocho años no nos gustaba tanto. Nuestro primer gran proyecto en el mundo del vino fue MATSU y, a partir de aquí, nos fueron saliendo más clientes del sector. Al principio, esto no nos gustaba. Eran los primeros años del estudio y teníamos miedo que se nos encasillara en el diseño de etiquetas así que, en nuestra web, escondíamos los proyectos relacionados con el vino porque no queríamos que la gente nos relacionara con esto. Hasta que un día vimos que el mundo del vino era lo que realmente nos hacía especiales y decidimos tirar por aquí.
¿Supongo que con los años, casi que podríamos decir que habéis hecho un máster en viticultura?
Es curioso pero en el mundo del vino cuánto más aprendes, menos sabes. Es un sector muy complejo que va desde un pequeño viticultor que lo hace todo él solo con mucho cariño, hasta grandes multinacionales o empresas constructoras de Madrid que, de repente, se ponen a hacer vino.
¿Y con cuáles trabajáis más a gusto?
Somos unos apasionados de nuestro trabajo y nos gusta la gente apasionada. Disfrutamos mucho cuando nos encontramos con un viticultor que es un apasionado de su trabajo. Con las grandes empresas es un trabajo mucho más frio, pero a la vez es también un reto. En el fondo, necesitamos que nos lo pongan un poco difícil para sacar siempre lo mejor de nosotros mismos.
¿En vuestra forma de trabajar, es indispensable una visita a la bodega?
Del todo. Nosotros hemos hecho grandes reuniones en medio de un viñedo. Nos gusta pisar tierra y visitar las bodegas porque nunca sabes dónde estará la pista. Nuestro trabajo es muy conceptual, necesitamos siempre una historia, un concepto y por esto es importante visitar las bodegas y el lugar de donde sale el vino.
¿Trabajar con varias marcas dentro del mismo sector, no puede provocar que los diseños se contaminen y que al final se confundan las marcas?
En absoluto. Creo que si una cosa nos define es que nosotros hacemos trajes a medida. Si alguna vez un proyecto no se lleva a cabo, este proyecto no sirve para otra empresa, sería imposible de adaptarlo porque sería una historia totalmente diferente.
¿Cuál es, según vosotros, el principal error que cometen las empresas a la hora de diseñar una etiqueta de vino?
Querer adornar una etiqueta como si fuera un florero, sin ninguna historia o ningún concepto detrás. Si alguna vez preguntas a una bodega el significado de su etiqueta y no es capaz de contestarte en cinco segundos, es que te está engañando. Y si te está engañando con lo de fuera, quizás también te engañará con lo de dentro.
¿Qué importancia le dais a una etiqueta a la hora de vender un vino?
El vino es una mesa de tres patas: el precio, el producto y el diseño. Con dos de estas tres patas, la cosa se aguanta. Pero si solo tienes una, no va a funcionar (por muy excepcional que sea la calidad del vino, ).
Finalmente, decidme tres etiquetas de vino que os hubiera gustado diseñar
Te diremos tres referentes para nosotros. Uno es Fernando Gutiérrez y su trabajo para Gago; otro es Salvatore Adduci por cómo es capaz de trabajar con los diseños clásicos (por ejemplo todo lo que ha hecho con DAMM); y finalmente Xavi Bas y todos sus trabajos con Álvaro Palacios.
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