Alain Juppé, alcalde de Burdeos, quería algún emblema para su ciudad. Quería como una Torre Eiffel en París, como una Estatua de la Libertad en Nueva York, una torre de Pisa o un Guggenheim de Bilbao. Y ya que se tenía que hacer algo grande y llamativo, qué mejor que, estando en una de las regiones vitivinícolas más famosas del mundo, construir un museo del vino con 13.000 metros cuadrados que atrajera a winelovers, enoturistas o despistados que pasaban por allí. Y así fue. Durante más de tres años se pensó, se creó y se diseñó La cité du vin, un homenaje a las culturas del vino de todo el mundo que el pasado mes de junio abrió sus puertas y que en #PrettyWines no nos quisimos perder.

Entrar en La cité du vin es sumergirse de lleno a una copa de vino en todas sus facetas. La parte del museo permanente (20 euros la entrada) es un gozo para pequeños y mayores, para neófitos y expertos. Un museo libre de tecnicismos pero lleno de tecnología. Un espacio que te permite conocer todas las zonas vitivinícolas del mundo de la mano de sus elaboradores. Un lugar donde dejarse llevar por los aromas, las curiosidades y la poesía del vino. Una mesa en la que sentarse y entablar conversaciones (virtuales pero muy bien conseguidas) con los mejores sommeliers, chefs y expertos de Francia.
La visita a La cite du vin se hace con la compañía de una pequeña tablet y unos auriculares. Pero que nadie se asuste que no es, ni de lejos, la típica audio-guía con miles de datos, fechas y teorías. La tecnología al servicio de la museística, te permite complementar lo que estás viendo en directo, con vídeos o imágenes que te aparecen en la pequeña pantalla.





Pero La cité du vin no es solo la parte del museo. El recinto cuenta también con tres restaurantes (para tomarte desde un Sandwich con un Beaujolais hasta comer una Suprême de volaille fermière rôtie con un Château Cheval Blanc 2004), dos wine bars, una tienda de vinos con más de 800 referencias de 70 países diferentes, una biblioteca, un auditorio, salas de cata, espacios polivalentes para eventos y zonas para jugar con los niños. De todas las actividades que proponen yo me decidí por dos. Primero, la película Vines between sky and Earth, un espectacular viaje desde el aire por los viñedos de todo el mundo, ya sean las mastodónticas extensiones de California o Nueva Zelanda, las curiosas viñas Lanzarote o las imposibles terrazas del norte de Suiza. 26 minutos de puro placer visual y vitivinícola. Y la segunda actividad: la cata sensorial A Glass of Wine in Markets of the World donde pudimos catar 4 vinos del mundo en un ambiente multimedia y multisensorial. Muy recomendable también.



En conclusión. Llegué a La cité du vin alrededor de las 12 del mediodía. Visité la parte permanente. Miré la película. Comí en el restaurante panorámico Le7. Me tomé una copa de vino. Bueno, dos. Hice la cata comentada. Hablé un rato con los responsables de prensa del museo. Me senté a descansar en la biblioteca. Cotillee los vinos de la tienda. Y a las siete y media (justo a la hora del cierre) salí de allí con la sensación de que quería volver y que me habían quedado todavía cosas de las que aprender y disfrutar. ¡Buena señal!
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#Bordeauxmaville
Me gustan las ciudades con tranvía. Creo que es una forma bonita, silenciosa y relajante de viajar. Por esto creo que me gustó Burdeos, que se puede visitar fácilmente a través de sus cuatro líneas de tranvía. La ciudad está a una hora de avión de barcelona (Vueling y Easy Jet), unas seis horas si optáis por el coche o el tren. El vino se respira por todas sus esquinas. Tiendas, bares, restaurantes… todos están allí para recibir a los casi siete millones de turistas que anualmente visitan la región. Mi visita a la ciudad del vino fue bastante fugaz pero sí que me dio tiempo a pillar algunas buenas recomendaciones por si algún día os decidis a ir.
PARA UNA COMIDA O CAFÉ INFORMAL

Obligatorio cruzar el río y llegar hasta la zona de Darwin. Allí, en un entorno de lo más moderno, encontraréis el restaurante MAGASIN GENERAL, donde podréis comprar y comer comida ECO y tomar todo tipo de cafés de autor tostados allí mismo in situ.
PARA COMPRAR UN VINO DE 7000 EUROS

O simplemente para cotillear, recomiendo la tienda L’INTENDANT. Una vinoteca en forma de escalera de caracol que merece la pena de ver solo por su arquitectura. No os de verguenza de subir (aunque os sentís controlados en todo momento por los dependientes) y es que, arriba del todo, están las auténticas joyas del vino de Burdeos. Foto: Julien Fernandez
PARA TOMAR UN VINO

La cantidad de enotecas, tiendas y bars a vins de Burdeos es interminable. Pero no lejos del centro, y escondido en una calle , yo encontré VINS URBAINS, un pequeño espacio agradable donde picar alguna cosa y degustar alguna de sus más 600 referencias de vino. Ahora bien, aunque en general Burdeos no es una ciudad extremadamente cara, tenéis que saber que el precio de la copa de vino (he dicho COPA) llega fácilmente a los 8 euros.
PARA COMER BIEN

O muy bien, podéis buscar el restaurante GAROPAPILLES, escondido al fondo de una tienda de vinos. Déjate llevar por su menú sorpresa y siempre irrepetible. Fueron, de lejos, los 35 euros mejor invertidos de este corto viaje. ¡Chapó!
LEER LA SEGUNDA PARTE DEL REPORTAJE SOBRE LOS VIÑEDOS DE SAINT ÉMILION
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