En el año 2000, el Ayuntamiento de Barcelona decidió que quería tener viñas. Desde entonces, en un rincón de la montaña de Collserola se elabora un vino que ahora, después de muchas manos, gestiones, aventuras y desaventuras por fin ha salido al mercado. Pero ‘Vinyes de Barcelona’ es mucho más que un vino. Es un proyecto de integración social que, de la mano de L’Olivera, tutela una docena de jóvenes en el arte del vino y de la vida

Miércoles, 8 de marzo. Empieza un día más en la masía de Can Calopa, en Barcelona. La poda ha terminado, pero el trabajo en el viñedo continúa. Un grupo se va con la furgoneta a la finca de Sabadell, hay el equipo del estiércol, el equipo que ayudará a Martí con el tractor, el que da soporte con los números en el despacho y el que se queda en la casa, pintando y arreglando la futura cede del centro de visitas de la bodega. Hasta aquí, todo normal. Pero Can Calopa no es una bodega corriente, es un proyecto de integración social, que trabaja con gente desfavorecida del cinturón metropolitano de Barcelona y que quiere recuperar el patrimonio vitivinícola de la montaña de Collserola, dando continuidad así a un proyecto iniciado hace 17 años por el alcalde Joan Clos bajo el nombre de Vinyes de Barcelona.
Desde 2010, la cooperativa L’Olivera (que ya tiene bodega en Vallbona de les Monges – Lleida) es la encargada de gestionar el centro social y la bodega, propiedad del Ayuntamiento de Barcelona. Hasta ahora, el vino resultado de estas 3 hectáreas de viña solo servía para los actos institucionales de la ciudad y para rellenar los lotes de Navidad de sus trabajadores. Pero, desde hace un año, la política ha cambiado y ahora el vino ya se puede adquirir en las tiendas y en internet. “Que el vino haya salido a la calle es una inyección de motivación para los chicos -dice Iñigo Haughey, enólogo y responsable de producción- ya que ahora ven como el trabajo que están haciendo es real y tiene un sentido”. Y es que coger a un grupo de 12 jóvenes – de 18 a 30 años- del ámbito metropolitano, llevarles al medio del bosque y hacerles trabajar en el campo, no es tarea fácil. “Son jóvenes muy urbanitas y con historias muy duras detrás. Jóvenes que de no estar aquí estarían en la calle, que solo piensan en cubatas y en la discoteca, pero a los que queremos dar una oportunidad”, comenta Dolors Lloch, directora del proyecto. El centro social tiene capacidad para 12 personas, aunque en realidad el grupo es de 14. “Hay dos chicos que después de estar en el centro, han podido salir y independizarse en un piso de Molins de Rei, pero siguen trabajando con nosotros y son un ejemplo de que es posible tirar adelante”, dice.
Con la salida al mercado del Vinyes de Barcelona, se inicia una nueva etapa en el centro que tiene en mente un ambicioso proyecto de enoturismo a dos pasos de la ciudad condal. La restauración de la masía Can Calopa ya está en marcha y algunos de los chicos ya están recibiendo formación para poderlo gestionar. Tened las agendas preparadas porque el sitio, de verdad, vale la pena.
EL proyecto vitivinícola


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